La última de las vidas conocidas de Enrique Luis Tato, la que lo tenía como pieza clave de una organización internacional dedicada al tráfico de drogas en cantidades industriales, se acabó hace unos días cuando en los almacenes de su empresa, una aparente exportadora de productos hidrobiológicos y agrícolas establecida en la calurosa y costera Piura, en el norte de Perú, un escuadrón de élite decomisó casi cuatro toneladas de cocaína, compactados en ladrillos y también en su variante líquida, con destino de Riga, en la báltica Letonia.
La última de las vidas conocidas de Enrique Luis Tato, la que lo tenía como pieza clave de una organización internacional dedicada al tráfico de drogas en cantidades industriales, se acabó hace unos días cuando en los almacenes de su empresa, una aparente exportadora de productos hidrobiológicos y agrícolas establecida en la calurosa y costera Piura, en el norte de Perú, un escuadrón de élite decomisó casi cuatro toneladas de cocaína, compactados en ladrillos y también en su variante líquida, con destino de Riga, en la báltica Letonia.