"¡Les llegará su hora! Me llamarán dictador, no me importa". Con esta frase arreciaba el presidente Maduro su discurso inflamable contra la prensa escrita de Venezuela. Yo quisiera tomarme la libertad de darle al presidente mi opinión personal: yo no creo que sea usted un dictador.
Si usted fuera un dictador tendría a todas las empresas expropiadas produciendo por encima de lo que producían cuando las expropiaron. Sus gerentes estarían temblando por entregarle a usted resultados extraordinarios y se pelearían por ganarse su beneplácito. Nadie se atrevería a revender cabillas, cemento y demás productos regulados. Tendría usted las cadenas de suministro de alimentos, puertos, almacenes, y supermercados del Estado operando a su máxima capacidad. Si usted fuera dictador no habría secuestros ni se cobrara vacunas a comerciantes y ganaderos en nuestro territorio, no habría delincuencia, no estaría el hampa reinando impunemente en ciudades, carreteras y pueblos. Los delincuentes le temieran a las fuerzas del orden público. Si usted fuera dictador, nadie osaría botar basura en la calle, o a rayar las paredes, o siquiera a pasarse una luz roja. Pero todo eso ocurre en Venezuela, y más.