O fue con un bisturí o fue con una navaja, pero no con puñal, pues la herida de Fermina Daza es poco profunda pese a que sangró bastante. Querían aquel cabello castaño oscuro que vestía la espalda y la mitad de los glúteos. Le faltaba cubrir lo restante de su trasero y las piernas para completar su 1.65 de estatura.
La halaron por el pelo. Duro. Fue un “templón”. Eran dos motorizados que transitaban por Haticos, bajaban desde el depósito de licores El Cardenal. Fermina escuchó el sonido de la moto y aceleró el paso, un poco dudosa porque salió de su casa sin cartera, sin dinero y sin celular. ¿Qué le podían robar? Ni la estrella mejor vestida pudo iluminar las 7.00 de la noche del lunes 12.